¿Qué tienen de particular dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno? Que cuando se unen, mediante un enlace covalente, dan como resultado el agua. Y ¿qué tiene de particular el agua? Pues que este líquido es uno de los recursos más importantes para la sobrevivencia de los seres humanos.
Desde hace ya algunos años hemos empezado a ver cómo este bien tan preciado va disminuyendo, por muchas razones, tales como los efectos del cambio climático, el crecimiento demográfico, la concentración poblacional en las zonas urbanas y el uso excesivo e irresponsable que hacemos del recurso, principalmente.
Por todo lo anterior es que no es extraño leer o escuchar que muchas personas, asociaciones de la sociedad civil e incluso gobiernos de distintos países se preocupan y ser manifiestan en torno a este tema, preguntándose y tratando de medir cuánta agua tenemos actualmente y cuánta agua necesitaremos para hacer frente a las necesidades futuras.
Debido a las características de la vida actual, el consumo desmedido y la industrialización en detrimento de la producción artesanal, en nuestros días solemos utilizar (y desperdiciar) más agua de la que podemos llegar a obtener de la lluvia, lo cual trae como consecuencia que nos veamos forzados a gastar las reservas que tenemos, llevándonos progresivamente a una situación de escasez agravada.
Según datos del portal agua.org.mx, del Fondo para la Comunicación y la Educación Ambiental A.C., “Se estima que al año 2030 en algunas de las regiones hidrológico-administrativas (RHA), el agua renovable per cápita alcanzará niveles cercanos o incluso inferiores a los 1,000 m3/hab/año, lo que se califica como una condición de escasez”.[1] Una cifra no muy lejana que debe llamarnos a la acción para contribuir a un uso responsable del vital líquido, es por ello que es tan importante que conozcamos nuestro consumo de agua.
La huella hídrica es un indicador del agua que consumimos tanto a nivel individual como colectivo, es decir, lo que cada persona consume para satisfacer las necesidades de la vida diaria (uso doméstico) y lo que un país consume para producir y proveer bienes y servicios (uso industrial, generación de energía etc.).
Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el agua que utilizamos de forma directa para actividades domésticas, tales como el aseo personal, la preparación de la comida, la limpieza de los espacios y el riego de las plantas, constituye sólo el 4 %, mientras que el otro 96 % es de consumo indirecto.
El consumo indirecto se refiere a “El agua virtual (AV) [llamada así porque no la vemos] representa el cálculo de la cantidad total de agua que se requiere para obtener un producto, lo cual incluye el agua utilizada durante el cultivo, el crecimiento, procesamiento, fabricación, transporte y venta de los productos”.[2]
Lo anterior nos lleva a reflexionar acerca de nuestra responsabilidad en el cuidado del agua, no sólo en términos de ahorrar o reducir el consumo del agua que “sí vemos”, sino también en reducir el consumo de algunos bienes y servicios que en realidad no requerimos, pero que a veces adquirimos por estar inmersos en esta sociedad del hiperconsumo.
Te dejamos aquí esta liga para que conozcas más acerca de este tema y puedas medir tu huella hídrica: https://agua.org.mx/sustentabilidad/#huella-hidrica
Escrito por: Juan Buendía, comunicólogo.
Fuentes:
[1] https://agua.org.mx/cuanta-agua-tiene-mexico/
[2]https://www.conagua.gob.mx/conagua07/contenido/documentos/infograf%C3%ADa%20huella%20h%C3%ADdrica.pdf