Escrito por: Denisse Jiménez, Manager de proyectos sustentables de Grupo PROMESA.
En los tiempos antiguos, cuando la Tierra estaba en su infancia y los océanos aún no habían explorado todos los rincones del mundo, existía un lugar mágico conocido como “El Santuario de los Humedales”. Este lugar era el hogar de seres extraordinarios y poderosos, los guardianes de la naturaleza, cuyo deber era proteger el equilibrio del universo.
Entre los guardianes más destacados se encontraba Aqua, cuya piel relucía como el agua cristalina y cuyos ojos brillaban con la pureza de los manantiales. Aqua era el señor de los humedales, el protector de todas las criaturas que habitaban en ellos. Con su sabiduría ancestral, velaba por el bienestar de su hogar y de todos los seres vivos que dependían de él.
Los humedales eran mucho más que simples extensiones de agua; eran el corazón latente de la Tierra, un santuario de vida y fertilidad. Allí, las aves migratorias encontraban refugio durante sus largos viajes, los peces desovaban y las plantas acuáticas florecían en un festín de colores y aromas. Pero sobre todo, los humedales eran el hogar de incontables especies de animales y plantas que encontraban en ellos el sustento y la protección necesarios para sobrevivir.
Sin embargo, la codicia y la ignorancia amenazaban la existencia de este precioso tesoro natural. Los seres humanos, cegados por su afán de poder y riqueza, comenzaron a destruir los humedales en busca de tierras para cultivar o construir. La contaminación y la urbanización descontrolada acabaron con la vida que una vez floreció en estos lugares sagrados.
Ante esta crisis, Aqua convocó a los guardianes de los cuatro elementos: Tierra, Fuego, Aire y Agua. Juntos, idearon un plan para salvar a los humedales y restaurar su antigua gloria. Con la fuerza de la Tierra, purificaron las aguas contaminadas; con el fuego purificador, quemaron las construcciones ilegales que amenazaban con destruir el hábitat natural; con el aire fresco y revitalizante, sembraron nuevas semillas de esperanza; y con el agua pura y cristalina, devolvieron la vida a los humedales moribundos.
Poco a poco, los humedales comenzaron a recuperarse, y con ellos, toda la vida que albergaban. Las aves volvieron a llenar los cielos con sus cánticos, los peces regresaron a desovar en las aguas tranquilas y las plantas acuáticas florecieron una vez más en un estallido de color y vida.
Desde entonces, los guardianes de los humedales velan con celo por su protección, recordando a todos los habitantes de la Tierra la importancia de estos santuarios de vida. Porque los humedales no son solo lugares de belleza natural, sino los guardianes silenciosos de nuestro bienestar, los superhéroes que luchan contra la destrucción y la desolación, recordándonos que nuestro destino está entrelazado con el suyo, y que solo juntos podemos proteger y preservar este tesoro invaluable que la Madre Naturaleza nos ha regalado.