En el marco del Día de la Educación Ambiental celebrado internacionalmente el 26 de enero, es pertinente regresar en el tiempo a la Carta de Belgrado, un documento que se redactó en 1975 en el Seminario Internacional de Educación Ambiental organizada por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura); donde se estableció que el objetivo de la educación ambiental consiste en:
“formar a escala mundial una población consciente y preocupada por el medio ambiente y los problemas a él referidos, ya que gracias a su conocimiento, su competencia, su estado de espíritu, su motivación y su sentido del compromiso, está en condiciones de contribuir, individual y colectivamente, a la resolución de los problemas actuales y a evitar que se planteen otros en el futuro.”(UNESCO, 1975).
Ahora que hemos desempolvado este pequeño verso, descubramos juntos su grandeza; cuando hablamos de educación ambiental generalmente nos transportamos a nuestras épocas de estudiante, porque ¿en dónde más podríamos encontrar educación si no es en la escuela? Nuestro referente inmediato también es lo “verde” ya que, generalmente, lo relacionamos con el cuidado de nuestro planeta ¿notan la desconexión al leerlo?, de esta manera podemos ejemplificar cuán alejados estamos de la verdadera praxis de la educación ambiental.
Comencemos por reconocer que la educación ambiental no es sinónimo de un cúmulo de información y datos científicos. Si bien la ciencia contribuye a ampliar nuestro conocimiento sobre el mundo en el que vivimos, no podría sensibilizar a los seres humanos de manera independiente, por lo cual recurre a un proceso de formación como lo es la educación y sus herramientas pedagógicas, de esta manera construimos reflexión y criterio alrededor de esos saberes.
Con el ritmo de la vida dejamos de percibir el entorno, ni siquiera volteamos hacia el cielo al caminar, las preocupaciones cotidianas no dejan lugar para las preocupaciones por nuestro ambiente, así que los aprendizajes que tenemos sobre lo que nos rodea se polarizan, dejan de parecernos sorprendentes: hemos perdido la curiosidad por empatizar con nuestro verdadero hogar, el planeta Tierra.
La tarea de las y los educadores no es menor, no solo se enfrentan a la organización de sus clases, también lidian con trámites administrativos, preparación de material didáctico y una serie de tareas que les dificulta incluso a ellos estar sensibilizados en temas ambientales, aun así preparan sus mejores estrategias para que los estudiantes aprendan cómo funciona el mundo que les rodea.
La educación ambiental no sólo se encuentra en la escuela, la educación ambiental es responsabilidad de todas y de todos, la educación ambiental como lo menciona el objetivo de la carta de Belgrado busca concientizar a los seres humanos sobre las problemáticas ambientales que existen, es aquí donde nos toca hacernos responsables, porque las problemáticas no surgieron espontáneamente, nosotros fuimos y somos los que contribuimos a que estas permanezcan o en el peor de los casos empeoren.
Educarnos para ser una enciclopedia andante carece de una de las características más importante de la educación: la acción. Cuando la educación ambiental provoque dejar de ser espectadores y comencemos a ser agentes de cambio podremos hablar de una praxis adecuada, cuando nos comprometamos a actuar en lo individual para buscar el bien colectivo como nos menciona nuestro objetivo de la Carta de Belgrado estaremos ejerciendo nuestra educación ambiental y esa es la meta.
Así que este blog es para todos nosotros, para ti educador, padre de familia, estudiante y apasionado de la educación ambiental, como reconocimiento a la gran labor que realizas todos los días de forma individual y que nos favorece de manera colectiva, también sirve como recordatorio: nunca es tarde para aprender y PROMESA se compromete a hacer esa tarea más fácil para ti.
“La educación no cambia el mundo; la educación cambia a las personas que van a cambiar al mundo” Paulo Freire
Por: Stephany Carmona, especialista en educación de Grupo Promesa