¿Renovaré mi teléfono o renovaré mi conciencia?

¡Llegó “el nuevo modelo”! Más brillo, más cámaras, inteligencia artificial, y una caja minimalista que promete cambiarte la vida (otra vez). Ya nos lo dijeron: “una experiencia totalmente renovada”.

Pero que de nueva no tiene nada. Cada año es lo mismo: vemos miles de personas formadas desde la madrugada, listas para cambiar su teléfono… que, por cierto, compraron el año pasado. 

Imagen: iStock

La ilusión del progreso

Vivimos en la era de la obsolescencia percibida: No es que el dispositivo deje de servir, es que deja de gustar. Ya no luce tan rápido, ni tiene la cámara que ahora “necesitamos”. 

La industria lo sabe: lanza su versión “nueva” con su truco perversamente infalible: el “más”. Pero, si lo miras de cerca, el cambio es mínimo: un color, una cámara con un filtro más, un botón movido de lugar… y, sin embargo, la percepción de novedad es enorme. 

¡Pero es que cambiar de dispositivo es cambiar de vida!: más productividad, más estilo, más estatus, ¡más tú! 

Te siembran una idea de necesidad y te convencen de que ese teléfono que traes ya no sirve para ti, es más, ya ni siquiera “te representa”, porque el sistema reduce nuestro significado, a qué tan actualizados son nuestros bienes, el sistema nos dice cómo, cuando y qué elegir, nos enseñaron a confundir novedad con necesidad.

Foto: CCNULL.DE

¿Queríamos nitidez? Entonces miremos con claridad…

Mientras sostienes tu teléfono, deslizando los dedos sobre una pantalla de alta resolución, existe una realidad bastante borrosa…

Detrás de esa perfección tecnológica hay minerales como el coltán, una mezcla de columbita y tantalita, de donde se extrae tantalio, esencial para fabricar los condensadores electrónicos que permiten que tu dispositivo funcione. Es un recurso escaso y muy demandado, y gran parte proviene de regiones de África Central, como la República Democrática del Congo.

En estas minas, la extracción es mayormente artesanal, bajo condiciones estrechas y precarias. Los adultos no siempre caben entre los túneles y pozos; los niños sí. Extracción de piedras, tamizados manuales, filtración de minerales, transporte de costales. No es elección, es necesidad. Para muchas familias, ese trabajo es la única fuente de ingreso disponible y los niños forman parte.

Foto: EL PAÍS

Conflicto y control territorial

Pero el coltán no es solo valioso por su uso tecnológico; también financia grupos armados que buscan controlar las minas, generando desplazamientos, violencia y explotación dentro de las comunidades locales, contextos que son alimentados por la debilidad institucional y la corrupción mientras la demanda global solo sigue creciendo.

Una desconexión bien diseñada

Es irónico, ¿no?, con tremenda tecnología e hiperconexión, pero emocionalmente anestesiados. 

Vemos el mundo a través de una pantalla, desconectados de aquellas y aquellos que todos los días ven perder su territorio, mientras son explotados en minas y talleres donde se extraen minerales esenciales para la batería y los componentes electrónicos que sostienes entre tus manos, y esto sin mencionar el impacto ambiental.

Foto: sumauma.com

¿Y si mejor actualizamos la conciencia?

No se trata de sentir culpa por tener un teléfono, sino de recordar que la tecnología no es neutra.
Que cada objeto que usamos lleva la huella de alguien o algo más.
Que detrás del “nuevo lanzamiento” hay una vieja historia: la de un planeta agotado por nuestra prisa y por la ilusión de que nunca es suficiente.

Quizá el verdadero avance no sea tener la última versión, sino atrevernos a romper el ciclo.
A reparar, a cuidar, a preguntar antes de comprar.  A mirar más allá del brillo y elegir con conciencia:

  • ¿Lo necesito, o el sistema me dice que lo necesito?
  • ¿Realmente uso todas sus funciones o solo sus “novedades”?
  • ¿Mi bolsillo, el planeta, los territorios que no veo pueden pagar este cambio?

Y si hablamos de cambios estructurales… 

También podemos exigir a las marcas y al sistema opciones más justas:

  • Garantías extendidas que permitan usar el dispositivo más tiempo.
  • Acceso a reparaciones fáciles y económicas.
  • Componentes modulares o disponibilidad de repuestos.
  • Transparencia sobre el origen de los materiales y el impacto social y ambiental.

No dejemos de cuestionar prácticas ni estructuras dominantes, pero tampoco dejemos de recordar que construir un mundo más equilibrado, empieza por construirnos a nosotros mismos, y a veces ese acto puede comenzar desde una decisión de compra. 

Porque, al final, la mejor actualización no viene con un cargador nuevo. Viene con la capacidad de decidir por nosotros mismos.

Referencias

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