¿Y si los huracanes no existieran?

Escrito por: Natalia Medina. Gestora ambiental Jr.

Seguramente, cada que escuchas hablar de huracanes lo primero que viene a tu cabeza es destrucción total, caos y catástrofe, tal vez incluso has deseado que dejen de existir, pero… si los huracanes no existieran… ¿Habría solamente efectos positivos en el planeta?

Si bien es cierto que los huracanes generalmente resultan un fenómeno destructivo que puede afectar las actividades humanas, también es importante visibilizar los efectos que estos pueden tener dentro de los ecosistemas y dentro de la naturaleza. 

Y es que, aunque no lo creas, desde hace muchísimo tiempo los huracanes le han servido al planeta como reguladores climáticos, permitiendo la liberación de calor en los océanos y funcionando como sistemas de enfriamiento. Además, los huracanes también llevan la lluvia a zonas de sequía, aumentan el nivel de los arroyos y ríos, arrastran nutrientes al mar e incluso derriban árboles enfermos permitiendo la regeneración vegetal.

Por tanto, hablando estrictamente de las afectaciones ambientales causadas por fenómenos naturales, es importante comprender que estos eventos naturales forman parte de los flujos y del intercambio de energía en la naturaleza. Por ello, entender que estos fenómenos naturales no son precisamente “malos”, sino que simplemente “son”, nos brindará perspectivas valiosas en torno a los sistemas que permiten la regulación de nuestro planeta. 

Ahora bien, tomando en cuenta el impacto de las actividades humanas en el cambio climático, no resultan del todo extrañas las olas de calor extremas, las inundaciones y la frecuencia e intensidad de los huracanes que se han presentado en los últimos años, con efectos tan destructivos. Si bien es cierto que son fenómenos naturales, esta gran variabilidad climática es un llamado a la consciencia de que a medida que la temperatura del planeta aumente, en consecuencia del calentamiento global, los huracanes resultarán cada vez más violentos, destructivos y frecuentes. 

Fuente: Capurro, 2002.